El pasado 26 de junio, Chilevisión emitió un nuevo capítulo de su exitoso programa de concursos “Pasapalabra”, el segundo después de que una pareja de estudiantes se repartiera el millonario rosco en juego tras acertar ambos los 25 conceptos.

En ese entonces se enfrentaron Claudia Contreras, la ganadora del episodio anterior, ante Alan González (28), músico independiente oriundo de la Región del Biobío, quien en dicho periodo se encontraba promocionando su libro de microcuentos «Miradas: pequeños relatos para grandes asuntos» (Ediciones Ventolera), y con el que en abril de este año obtuvo el Premio Ceres 2018 en la categoría “Narrativa”.

Alan González participó en cinco capítulos de #PasapalabraCHV y solo estuvo a tres conceptos de llevarse un rosco de 18 millones de pesos. Foto: Captura CHV

Acompañado por la modelo argentina Mariana Marino y el actor Juan José Gurruchaga, el equipo del artista logró reunir 63 segundos para el juego final (al que posteriormente se le añaden 85 por lectura) contra 51 de su contrincante. Un trabajo en equipo clave, ya que el músico terminó ganando el capítulo con 20 aciertos y 3 errores, asegurando así otra chance para llevarse el premio en disputa, instancia en la que nuevamente logró imponerse con 17 verdes. En su tercera oportunidad estuvo más cerca y completó 22. Sin embargo, a la cuarta se tuvo que despedir solo por contar con dos errores más (4) que su competidor, José “Pepo” Álamos, ya que ambos sumaron 20 buenas.

Sin embargo, Alan fue uno de los ocho que ingresó a la fase de repechaje merced a su buen desempeño anterior. El 23 de agosto se tuvo que enfrentar al record de permanencia del programa, la profesora Ledy Ossandón, con quien también empató en aciertos, pero otra vez la mayor cantidad de malas le jugó en contra. Pese a ello, cada capítulo demostró su gran manejo de vocabulario, ganándose el cariño e interés del público, quienes deseaban conocer más acerca de su trabajo.

«MIRADAS: PEQUEÑOS RELATOS PARA GRANDES ASUNTOS»

Precisamente, la respuesta a estas inquietudes la tenemos en Agenda Chilena, plataforma que siempre tiene espacio para algún artista chileno, más aún si es emergente. Su último hito fue el lanzamiento oficial de “Miradas”, cuya presentación tuvo lugar el 24 de agosto y 7 de septiembre en las bibliotecas Qué Leo y Municipal de Concepción, respectivamente.

Se trata de una publicación que consta de 200 relatos, la mayoría de su autoría, y otros pertenecientes a 15 invitados, entre ellos, la sicóloga María Emilia Tijoux y el cantautor Javier Bergio, además de la participación de 10 artistas visuales, quienes eligieron algunos relatos para ilustrarlos. Todo el proceso tardó aproximadamente tres años.

“’Miradas’ es una gran colección de microrrelatos de muchísimos temas diferentes. Muchos de ellos son testimonio de anécdotas que esconden algún aprendizaje, cosas que la gente dice o hace y que guardan mucha sabiduría. Otros son más reflexivos, sobre temas que me preocupan, como la realidad social, la ciencia, la política, la violencia, el dolor, la infancia, la gente malvada, intentando lograr un análisis incisivo y que además, en este caso, tenga valor literario. Así, los relatos pueden ‘defenderse’ por sí mismos como literatura, pero con la intención clara de decir cosas sobre temas que a todas y todos nos importan. Por eso es que le llamamos ‘pequeños relatos para grandes asuntos’”, describió Alan González en entrevista con Agenda Chilena.

¿Cómo ha visto la recepción de este libro por parte del público?

“Ha sido increíble desde el primer momento. El trabajo de promoción es completamente artesanal, contándole a cada persona, una a una, de qué trata el libro hasta que enamoran de él. Para financiar el proyecto contamos con la confianza de 100 lectores que compraron el libro en verde, y al día de hoy hemos pasado las 300 copias vendidas (antes de su último lanzamiento), lo que para un trabajo independiente y sin grandes recursos ni editoriales es un éxito. Los lectores se han encariñado con las historias, se han visto reflejados en ellas y hemos querido que se sientan no sólo parte, sino protagonistas de este libro. Es un libro escrito gracias a los aprendizajes de todas y todos, así que ha resultado muy cercano y fraterno”.

“Miradas” se encuentra disponible en Santiago en Librería Lolita, de Providencia, así como también encargándolo de manera directa a través de encomienda (escribiendo a edicionesventolera@gmail.com o al fan page del cantautor). Hasta la fecha, se han enviado copias desde Antofagasta hasta Punta Arenas, y el formato también se ha llevado hasta Perú, y se espera seguir con un arduo trabajo de promoción para así llegar a un público cada vez mayor.

UNA LETRA Y MÚSICA MOTIVADA POR EL APRENDIZAJE

Como se detalló al principio de esta nota, Alan González es cantautor, y es por ello que también cuenta con una trayectoria que data desde 2010, cuando comenzó a presentar por primera vez canciones de su autoría, acompañado de ese entonces de un circuito de artistas consolidados en Concepción tales como Mauricio Triviño, Marcelo Sepúlveda, Diego Fuentealba, Pancho Vera, Yadira, entre muchos otros, con quienes “compartíamos una búsqueda de hacer canción atendiendo por una parte a la herencia de la canción de autor y por otra, a la realidad social de nuestro tiempo”.

De esta forma, la declaración de principios del trabajo musical de Alan se basa en su intento de desarrollarlo “centrado en la idea histórica de la canción y su valor por sí misma. Es decir, la composición de la letra y la música es lo que uno intenta que le otorgue trascendencia a esta forma de expresión. Y teniendo esa prioridad, uno desecha también cualquier otra pretensión estética, de marketing o de popularidad. Así que podría decir que he intentado abrirme camino en la música con autenticidad y con respeto por la obra de tantas y tantos que hicieron canción de autor antes que uno, intentando ser un digno aprendiz de esa herencia que es tan valiosa”.

A la fecha, Alan González cuenta con dos álbumes publicados: “Viajeros” (2014) y “Vivir en el camino” (2016). Asimismo, adelanta para el próximo año un tercero, que constará de 14 canciones propias y de cuya producción se encargará él mismo. «Espero que se vea reflejado todo el aprendizaje musical y humano de cuatro años de trabajo, en que las canciones han madurado y se han ‘contaminado’, al mismo tiempo, de profundidad, de sencillez y de contemplación por lo que se quiere contar, además de nuevos ritmos muy diversos, como es típico en los cantautores», complementa.

Entre sus influencias se encuentran una serie de creadores que van desde Caetano Veloso hasta Pedro Guerra, el folk norteamericano al rock progresivo, y de Queen a Jorge Fandermole. A ello agrega que «como escritor de canciones uno bebe de todas las fuentes posibles tanto en formas musicales como saberes poéticos. Todo eso, todo lo que uno conoce, el cine, la música docta, la música originaria, las novelas, las cosas que pasan cotidianamente, las risas y los amigos, llegan a ser influencias”.

¿Cómo defines tu propuesta, y cómo esta se ha ido adecuando a través de dos discos editados?

La propuesta que uno cultiva se refuerza con algunas influencias que te marcan más que otras. En mi caso, algunas de las más importantes han sido el folklore argentino, todo lo que nace con Atahualpa Yupanqui, o todo el universo emotivo que ofrece el carnaval y la murga uruguaya. Y al mismo tiempo, el lenguaje que comencé utilizando en 2010 hasta ahora se ha modificado hacia una poética más concentrada, con mensajes más condensados y potentes, seguramente motivado por el aprendizaje de que con menos se puede decir cosas más grandes y profundas. Mucho del arte de la canción tiene que ver con eso, con que en cuatro minutos puedes explorar los misterios del ser humano o del universo”.

¿Y respecto al proceso creativo?

“Un desorden y una sorpresa permanente. Creo que en eso de que uno es más traductor que creador. O sea, el regalo de construir una canción tiene que ver con poder contar algo que la gente conoce o ve, pero que no sabe cómo expresarlo de tal manera que se entienda universalmente. Entonces el trabajo creativo tiene que ver principalmente con una gran pasión por observar, por entender, por no juzgar, y desde ese aprendizaje forjar un producto final que se alimenta con todo eso, y que por eso tiene valor. Las más grandes canciones que se conocen lograron eso, captar con precisión casi científica el suceso que querían contar, sumándole la emotividad propia que ofrece el sonido y la belleza de la palabra”.

«CUESTA ENCONTRAR GENTE QUE APUESTE POR EL VALOR DE LA CANCIÓN»

Consultado por su visión de la escena actual de la música chilena, Alan González se manifiesta bastante crítico. «Creo que los tiempos de neoliberalismo se ven reflejados en la ausencia de referentes a los que admirar, tanto en la poesía como en la canción social. Porque cuando uno conoce, por ejemplo, el trabajo de los Schwenke y Nilo, te das cuenta que hay un tremendo vacío, en el sentido de que cuesta encontrar gente que apueste por el valor de la canción, pero por su poética y su composición musical, sin pretensiones egoístas o de mercado», reflexiona.

Foto: Viviana Canessa

En otra arista también se refiere a la tendencia «neo hippie» o «hippie acomodada», es decir, un diagnóstico del que son parte «muchos compositores malos, que llevan a la gente joven a creer que cantar encima de tres acordes es hacer canciones; y por otra parte, están los buenos músicos pero que no dicen nunca nada que tenga valor poético, como si no hubieran tantos temas urgentes de los que hay que hablar. Un montón de músicos son profundamente aburridos, en ese sentido, porque no les interesa una profundidad ni en lo musical ni menos en lo lírico (…) Ser cantautor no significa ser complaciente con todos quienes escriben canciones. Si soy crítico es porque me apasiona la canción de autor, y quisiera verla en mejor estado de salud, pero la trampa del artista pop, de excesivo protagonismo, ha hundido a este concepto en una parodia de lo que debería ser. Nadie quiere ser marginado, entonces cada vez nos acomodamos más donde están las luces y los aplausos».

Para Alan González la canción es una necesidad y una parte de la historia que siempre va a estar ahí como una compañía. Si bien su análisis se centra en la pérdida de este definición, siempre existen excepciones a la regla. Y como él mismo señala, su consuelo es «que siempre tengo a mano las canciones de mis compañeros y mis maestros, que hacen música con la intención sagrada de regalarla al mundo para hacer que esta vida sea más bella y con sentido. Con ellas y ellos me siento abrigado, porque en sus canciones he aprendido las cosas más importantes de lo poco que sé de la vida».