Por: Miguel Yáñez Hernández (@miguelayh) – agendachilena.cl

A los 77 años, y producto de un infarto, falleció la tarde de este jueves el compositor y académico Cirilo Vila Castro, quien recibiera el Premio Nacional de Artes Musicales en 2004.

“A veces uno tiene períodos de cuestionamientos y piensa que podría hacer las cosas mejor. El premio me resulta, de alguna manera, una noticia sorpresiva”, señaló al momento de recibir dicho galardón.

Sus estudios los comenzó a los siete años en el Conservatorio Nacional de la Universidad de Chile, recibiendo en 1959 el grado de Licenciado en Interpretación Musical con mención en piano. A la vez, estudió composición con los maestros Alfonso Letelier y Gustavo Becerra. En 1954, participó en la Orquesta Sinfónica de Chile.

A comienzos de los 60, recibió una beca de parte del Gobierno Italiano para ingresar al Conservatorio Santa Cecilia en Roma, donde cursó dirección orquestal con el profesor Franco Ferrara. Su formación la continuó en Paris (Francia) con el músico Pierre Dervaux en la École Normale (1964-1969) y paralelamente, tomando clases particulares de composición musical con Max Deutsch y de análisis con Olivier Messiaen.

En la década de los 70 regresó a Chile para desempeñarse como académico de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile y posteriormente, como director académico. Fue en ese lugar en donde Cirilo Vila se destacó como un gran formador de distintas generaciones de compositores nacionales, además de un constante gestor en la apertura de espacios para la difusión de la música chilena.

Su primer reconocimiento lo recibió en 1957: el premio Orrego Carvallo por ser el mejor alumno de ese año en el Conservatorio Nacional. También fue distinguido en 1986 con el Premio de la Crítica,  en 2001 con el Premio Presidente de la República y la Medalla a la Música otorgada por el Consejo Chileno de la Música, y tres años más tarde con el Altazor y el Nacional de Artes Musicales por «su sobresaliente contribución a la vida musical chilena en los campos de la creación, docencia e interpretación musicales, y por haber dedicado toda su vida al arte de la música, transformándose en un ejemplo para futuras generaciones».

Entre sus obras destacan «Germinal» (1989), encargada por el Teatro Municipal y la Orquesta Filarmónica de Santiago; «Secuencia» (1964); «Canto» (1968); «Navegaciones» (1976); «Recuerdo del mar» (1984); «Hojas de otoño» (1984) y «Cueca de la Libertad» para Quilapayún.  Su especialidad fue la música de cámara e instrumentos en solo.