Tres años tuvieron que pasar para volver a tener el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, aquel certamen que se considera como «el festival latino más importante del mundo». La pandemia del Covid 19 puso en pausa el evento veraniego por dos ediciones. Este 2023 era su retorno, el que era esperado por muchos que disfrutan cada año del festival. Sin embargo, ese entusiasmo que generaba este regreso se fue diluyendo de a poco por la serie de desprolijidades y decisiones erráticas que tomó la organización.

La parrilla del certamen se cerró recién a menos de 10 días de iniciarse. Se desconoce los factores que incidieron en esta tardanza en la conformación final: si realmente hubo muchas negativas de los artistas o bien, el tema se tomó muy a la ligereza de parte de sus encargados. El resultado fue una programación débil, cargada principalmente a un público joven y a la música urbana, no hubo mayor representación de todos los grupos etáreos, ni sin mayores figuras mundiales, a excepción de Christina Aguilera y en parte, Karol G. En tanto, a la música chilena no se le dio la importancia necesaria, con presentaciones pasadas las 2 de la mañana.

A semanas del festival se cayó el grupo mexicano Maná, por razones médicas del vocalista, lo que obligó a modificar la parrilla. Lo que podía solo haber sido una complicación propia del «oficio», terminó transformándose en un papelón con la confirmación a solo pocos días de las argentinas Tini y Emilia para dicho día lunes 20. Esto obligó a la baja de Yerko Puchento, que tenía reservado ese día. Un público absolutamente nada que ver con el proyectado inicialmente, lo que además provocó la salida del director ejecutivo de Canal 13, Mauricio Correa, a quien no se le consultó de estos cambios, acusando además que no se protegió al artista (Yerko Puchento) como correspondía, al no buscar a un número de similar público de Maná, el cual calzaba con el perfil que impregna el comediante en sus rutinas.

Finalmente, un valiente Diego Urrutia, comediante proveniente de las redes sociales, tomó el lugar dejado por el personaje de Daniel Alcaíno. Aunque fue un acierto, no mitigó los errores de la organización, los que se reiteraron internamente durante el certamen, como, por ejemplo, forzar Gaviota de Plata a algunos artistas por compromisos (anuncios) comerciales.

A esto se suma la fallida intención de suprimir la orquesta en vivo, que es la esencia misma de un festival en vivo y en directo, reemplazándola por música envasada. Finalmente, la presión popular y de organismos como la SCD, obligó a echar pie atrás a esta cuestionada decisión, y reponerla a solo días de su inicio, aunque con menos cantidad de músicos. ¡Es un festival de música! Debes potenciar y poner en valor la música, no degradarla.

Estas desprolijidades y «acciones a la rápida», a pesar de tener tres años de margen para organizar un buen festival, fueron de la mano de la caída en el entusiasmo y el ambiente festivalero que inunda Viña cada febrero. Así se reflejó en algunas noches, que no lograron colmar la máxima capacidad del anfiteatro de la Quinta Vergara.

Pero sin dudas, uno de los hechos más bochornosos, que no se hizo mayormente mediático por presiones o miedos a algún tipo de represalias por parte de las productoras externas que controlan algunas áreas logísticas del certamen, fue la exclusión arbitraria a medios de comunicación independientes, autogestionados, locales y regionales justificando «poco alcance y visitas», una razón completamente insólita, jamás utilizada en otros eventos, que principalmente juzgan por vigencia, periodicidad y cobertura previa (lo que sí es un mínimo aceptable). Cabe destacar que además se acreditaron medios que no cumplían el protocolo, por simpatía, y se descartaron otros que sí cumplían con el protocolo, por no simpatía.

Una clara muestra de elitismo y discriminación por poder adquisitivo, ya que es ilógico comparar un medio autogestionado que manejan una o dos personas con uno que tiene la capacidad de contratar a más de 100 profesionales que pueden lograr un mayor número de crónicas diarias, además de pagar alcance por redes sociales. Sin embargo se incluyeron páginas de Instagram con más de 100 mil seguidores, que en rigor no cumplen con la condición de medio de prensa, al no contar con un soporte web ni con las obligaciones legales que estos requieren. Este «cambio de criterio» se reflejó en la poca convocatoria e interés que se vieron en algunas conferencias de prensa en el Hotel Sheraton, especialmente en las que respecta a artistas chilenos, a las que en antaño (hasta 2018, 2019 inclusive) concurrían frecuentemente y difundían esos medios que, a juicio de la empresa externa de acreditaciones, «no sirven».

La pobre concurrencia de las conferencias en esta edición demostraron que estos medios sí sirven y que son tan importantes como «los grandes», ya que por algo un grupo segmentado los prefieren por sobre los tradicionales, ya que entregan una mirada distinta y nutren de una necesaria heterogeneidad de líneas editoriales que permite el derecho a la información, la libertad de prensa y su libre ejercicio. Estos dos últimos puntos, además, se vulneraron dejando a la deriva – sin lugar seguro para despachar e informar (anteriormente el Hotel O’Higgins, que fue destruido en el estallido social) – a los medios excluidos, así como también se pusieron todas las trabas posibles para que estos no puedan acceder a los artistas y competidores del certamen.

Es por esta razón que un grupo de comunicadores y periodistas de medios autogestionados y regionales entregaron un informe a la alcaldesa Macarena Ripamonti sobre el trabajo de la prensa y el proceso de acreditación del 62° Festival Internacional de la Canción, solicitando a la jefa comunal y a los concejales René Lues y Sandro Puebla una evaluación sobre los medios que fueron aceptados y del por qué fueron excluidos ciertos medios, aún cumpliendo gran parte del protocolo. Asimismo, se expresó la disponibilidad de una mesa de trabajo con el objetivo de asegurar la libertad de informar los eventos de la ciudad y de nuestro país. También se sostuvo una reunión con René Lues abriéndose a la posibilidad de formar una asociación con personalidad jurídica que vele y asegure estos derechos consagrados por la Constitución. La lucha de estos medios fue apoyada durante la semana festivalera por el concejal Lues, el diputado Andrés Celis, la Archi y el Colegio de Periodistas, además de otros profesionales de prensa.

Una situación que deberá solucionarse en el corto plazo, para que en ediciones futuras organismos externos (que se sienten dueños del espectáculo) no continúen pasando a llevar a medios de comunicación, con incluso décadas cubriendo el festival, que a pesar de los pocos recursos que puedan poseer, siempre han realizado una labor informativa, transparente, profesional y ejemplar del evento que le pertenece a todo Chile y a extranjeros que se quieran sentir parte, y no a un Club de Amigos.

Se está matando deliberadamente la esencia de este festival, partiendo por excluir la camaradería, la diversidad de miradas y el trabajo en equipo que históricamente han entregado los medios de comunicación autogestionados, independientes y regionales, en pos a darle valor a este certamen y a Viña del Mar. Esperemos que en Viña 2024 se recupere el ambiente y la esencia que tradicionalmente ha tenido y que merece este festival.